El verano es la época de las vacaciones y las actividades al aire libre, pero ello no nos puede hacer olvidar que tanto las altas temperaturas como los viajes que solemos realizar en estas fechas pueden suponer un riesgo para la salud. A continuación te contamos como identificar, prevenir y remediar un golpe de calor.
Cuando las temperaturas suben demasiado
En condiciones normales, nuestro organismo está preparado para hacer frente al calor: el termostato interno hace que produzcamos sudor, el cual se evapora y refresca el cuerpo. Pero si el calor es excesivo, nuestro cuerpo se ve obligado a realizar un esfuerzo extra para mantener una temperatura corporal normal, lo que puede provocarnos múltiples trastornos como calambres musculares, debilidad generalizada, dolor de cabeza, taquicardia, mareos, náuseas, irritabilidad, confusión, menor agilidad mental… En los casos más extremos, cuando el organismo pierde el control de la temperatura corporal y ésta sube por encima de los 40 grados, tiene lugar lo que se conoce como golpe de calor, que puede provocar síntomas neurológicos e, incluso, el coma o la muerte.
Cuando el termómetro alcanza los 30 grados o marca temperaturas superiores, es cuando hay que extremar las precauciones. Y son los niños, ancianos, mujeres embarazadas, personas con enfermedades crónicas o que trabajan al aire libre los que más cuidado deben tener.
Aparte, hay circunstancias que incrementan el riesgo de sufrir problemas por culpa del calor, ya que aumentan el esfuerzo que tiene que desarrollar el organismo:
- Durante una primera ola de calor, dado que nuestro cuerpo aún no se ha acostumbrado a las altas temperaturas.
- Cuando el calor es continuo y se mantiene durante varios días.
- Cuando la humedad es muy alta.
¿Qué hacer si se sufre un golpe de calor?
Si se sufre un golpe de calor es importante actuar tan pronto como aparezcan los primeros síntomas para evitar que el problema vaya a más. Ante una insolación, es necesario detener totalmente la actividad física y colocarse en un lugar fresco. También es conveniente aflojar la ropa y aplicar paños frescos en las ingles, las axilas y el cuello para bajar lentamente la temperatura corporal.
Para conseguir una rápida rehidratación del organismo, una buena opción es tomar electrolitos
Los puedes encontrar en sobres y se disuelven en agua para reponer una eventual pérdida de minerales. También va bien tomar una infusión de ginseng con limón endulzado con un poco de azúcar. Esta bebida no sólo aporta agua, sino también sales minerales, y gracias a las propiedades del ginseng, ayuda a superar la fatiga psicofísica solar.
Hidratación y equilibrio iónico
Gran parte de nuestro organismo (en torno al 60 %) es agua. Cada día perdemos parte de ella a través de la orina, las heces, el sudor y la respiración, por lo que debemos restituirla constantemente para mantenernos hidratados. En verano, esta necesidad se vuelve aún más imperiosa, ya que sudamos más y, por tanto, perdemos también más agua y electrolitos (iones).
Pero ¿cuánta agua hemos de beber? La cantidad ideal varía en función del sexo, la edad, la actividad física que se realice, la temperatura, etc., pero generalmente se aconseja 2 litros diarios para las mujeres y 3 para los hombres. Y en verano, al aumentar las necesidades hídricas, sería necesario incrementar el consumo de agua 1 litro. Eso sí, es importante beber pocas cantidades pero durante todo el día, incluso cuando no se tiene sed, puesto que sentir sed es la señal de que algo comienza ya a ir mal en nuestro cuerpo.
El agua es el prototipo de la bebida ideal, pero eso no significa que sea el único líquido que debemos beber. Tomar bebidas diferentes, como smoothies, infusiones y zumos nos ayudará a mantenernos hidratados más fácilmente. Si bien habría dos excepciones: el alcohol y las bebidas con cafeína, ya que ambas sustancias tienen un efecto diurético y favorecen la deshidratación.
Aparte, la dieta también es una vía válida para obtener el líquido que necesitamos. En verano es especialmente importante comer suficientes frutas y verduras, ya que son los alimentos que contienen un mayor porcentaje de agua.
Junto al agua, también debemos reponer minerales como el magnesio, el cloro, potasio o el sodio, que ayudan a mantener nuestro equilibrio hídrico. Los frutos secos, las semillas (chía, sésamo, lino), cereales integrales y las verduras y frutas, son buenas fuentes de estos minerales y no deberían faltar en nuestras dietas estivales.
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